domingo, 2 de diciembre de 2007

La vía de Harding


Por J. C. Amberchele



Cualquier idea que he tenido sobre como funcionan las cosas en este
mundo no me ha llevado lejos, considerando que he pasado más de
veinte aÑos en prisión. La mayor parte de mis creencias las adquirí
de mi padre y de John Wayne, cualquier cosa que no fuera en extremo
dura y descarada me resultaba embarazosa. De hecho, vivía en un
estado de continuo desconcierto, nunca estando a la altura de las
ridículas normas que había aceptado sin duda, las cuales afectaban a
un marco de expectativas que yo ni nadie podía satisfacer: cómo
debía actuar, cómo debían tratarme los demás, o de otra manera, cómo
la gente tenía que comportarse en mi presencia; como los días, los
meses y los aÑos debían revelarse a mi favor.
Ni que decir tiene que llegué a convertirme en el ídolo de los
controladores de todo el mundo. Y como todo controlador, bajo una
fachada de fuerza refinada, tenía una sensación de vacío y
desgracia, siempre librando una batalla entre lo que pensaba que
debería ser y lo que era. En esta confusión, me autodestruía una y
otra vez, arrastrando a los otros conmigo.

Hace unos aÑos, ya bien entrada esta condena en prisión, por
casualidad ví una entrevista de PBS Bill Moyers con Joseph Campbell,
y decidí intentar hacer meditación. Fue difícil al principio, con la
multitud, el ruido y la rutina en el bloque de celdas, pero pronto
descubrí que durante la meditación tenía pocas expectativas, de mi
mismo o de los demás, como si no hubiera otros. Era un lugar sin
criterios, sin desconciertos, un refugio donde ya no tenía que
afirmar mi deseo equivocado. Excepto por los raros vislumbres con
drogas o durante momentos de tensión, de peligro de muerte en mi
larga carrera criminal, fue la primera vez que sinceramente me había
dado cuenta de esa atención desnuda de "Yo Soy" en el centro de mi
conciencia que, ahora obvio, siempre había estado ahí.

El misterio, desde entonces, se convirtió en la pregunta de cómo
este "YO" se había originado y desde dónde seguía brotando. El viejo
modo de pensar, que yo podía ser una conciencia separada, en un
cuerpo y mente separados, era demasiado dolorosa para aceptarla.
Este era el modo en que mi padre y todos los demás me habían
enseÑado, por quien yo me había medido; este era el camino de la
contracción, la confrontación y la automortificación sin fin. Tenía
que haber otra explicación.

Esto me llevó a seis aÑos de lectura obsesiva. Quise investigar el
presentimiento tácito que había tenido desde mis días de LSD en los
aÑos sesenta, que se había manifestado previamente como miedo, y que
había sido resucitado durante la entrevista de Campbell: a saber,
que todas las religiones principales llevaban en su raíz un mensaje
idéntico, tan claro y tan básico que las palabras eran innecesarias
para su realización. Sospechaba que mi percepción del mundo y mi
supuesto lugar en él era ilusorio, que la realidad no era lo que yo
y la mayoría de todo el mundo pensaba. Era como si el género humano
fuese el destinatario de una broma pesada que el universo hubiera
conspirado simplemente para jugar. Era claro que mi vida hasta
entonces había sido una lucha contra la revelación de este
conocimiento, aferrándose, como así era, a las mentiras que me
habían sido pasadas, repartiéndo golpes a diestro y siniestro para
evitar la verdad.

Leí textos budistas. Leí a Gurdjieff y Ouspensky. Leí todo lo que
pude encontrar sobre los místicos Cristianos. Devoré a Hafiz y Rumi,
luego me lancé a la obra de los grandes sabios Indios. Encontré a
Wei Wu Wei, luego retorné al Budismo donde investigue durante un
largo trecho. Estaba decidido a solucionar este misterio , el meollo
del asunto.

Entonces un día leí un artículo de Douglas Harding sobre su
supuesta "sin cabeza" , algo se disparó en mi interior. Ver quién
eres, como Harding seÑalaba, era elemental, tan fácil que lo pasamos
por alto, a falta de reconocerlo erigimos estructuras filosóficas y
religiosas de dimensiones monumentales, ocultándolo de este modo aún
más. Todo el tiempo está aquí mismo, más cerca que cerca.

En este momento pensé en la vieja historia Sufí del sumamente
inquieto Mullah Nasrudin cabalgando hacia la ciudad, gritando que
había perdido a su burro, hasta que se hizo ciertamente patente, que
estaba sentado sobre él.

El mensaje era claro: "No podemos verlo porque somos Ello," y las
implicaciones eran demoledoras para la mente. Ilusorio - el término
que había usado para describir mi dudosa percepción del mundo - de
repente pareció quedarse corto. ¡No sólo era ilusorio, era cien por
cien al revés! Ya no estaba más en el universo; si acaso, el
universo estaba en mí, incluyendo cualquier concepto que tenía de un
supuesto "yo", cuerpo y mente. Yo era, como Harding había
dicho, "Espacio" para que el mundo apareciese en él. Espacio que
participaba activamente en la creación de ese mismo mundo! ¡Esto era
asombroso!

Permanecer con ello era otro asunto. Como todos los demás, había
sido condicionado a pensar en mi mismo como un individuo separado
con una conciencia separada, una conciencia que misteriosamente
emanaba de una material esponjoso dentro de mi cabeza. Harding
estaba revelando lo contrario, tal como ahora me doy cuenta, que
somos todos los demás, incluyendo a los fundadores de las grandes
religiones. Y como sus seguidores, yo era incapaz de permanecer
abierto; no podía evitar volver a los engaÑos me habían enseÑado de
niÑo. Era como si estuviese atrapado dentro de mi propia cabeza.

Sin duda, la lucha estaba en marcha. Era claro: podía sentarme con
mis piernas cruzadas toda una vida, podía vivir solo en una cueva de
montaÑa en el Tíbet, podía entrenarme en cada linaje en cada
tradición, y todavía salir con la opinión incorrecta, todavía podría
verme como un sujeto separado viendo objetos. Quise rechazar la
mentira y volver a la verdad. La agonía era que seguía olvidándome.
¿Cómo arreglárselas?

Nunca he respondido esa pregunta, excepto que quizás no hay ningún
modo de arreglárselas. Luchar sólo parece reforzar el malentendido.
La idea de budista que el nirvana y el samsara son llaves idénticas,
es clara, pero yo quería vivir esto, no pensar sobre ello.

Entonces algo sucedió durante una de nuestras causales reuniones
Budistas aquí en la prisión. Hay mil quinientos hombres en estas
instalaciones, y sólo nueve de nosotros nos hemos declarado
budistas, y de esos, una media docena se habían presentado.
Suficiente, sin embargo, para un poquito de magia.

Habíamos finalizado un corto periodo de meditación, y uno de los
hombres había comenzado una discusión del significado de "vacío",
que tenía el efecto de abrir este embrollado asunto por todos
conocido: a continuación tuvo lugar una discusión trivial, la cual,
desde que esto es una prisión, pronto se transformó en una pelea.
Mejor volver a la meditación, pensé, sigue la respiración, sin
embargo nadie estaba de humor. La discusión continuó, pensé
marcharme, pero entonces recordé las palabras de Harding sobre este
Espacio Aquí, Capacidad incluso para la discusión, y recordé los
ejercicios.

Los ejercicios son increíblemente simples y completamente radicales.
El hecho es que son a la vez simples y radicales, así es como diría
que son, aunque cuando me tope con ellos por primera vez en los
libros de Harding tuve que reírme, eran tan disparatados. Entonces
los entendí, "lo pillé", como dicen ellos, sabía que estaban
seÑalando en la dirección correcta mientras que el resto del mundo
no.

Entonces me levanté, los demás me miraron; comencé la meditación en
movimiento, andando alrededor de nuestro pequeÑo círculo de sillas,
pronto los demás se me unieron. La idea es no decir ni una palabra,
mantener tus pensamientos a mínimo, enfocando tu atención a las
sensaciones de tus pies mientras caminas, pero esta vez pedí a todos
que olvidaran todo lo que alguna vez les había sino enseÑado, como
si hubiesen acabado de nacer en esta habitación y se encontrasen con
que todo es nuevo y desconcocido. Les pedí que llevasen su atención
al Ahora, Ahora, Ahora, como si pasado y futuro fueran pensamientos
en los que no se podía pensar. Recordé el relato de Harding sobre su
viaje en coche, observando como los postes telefónicos se deslizaban
delante de él mientras él permanecía inmóvil, entonces pedí a cada
uno hacer lo mismo, por ejemplo, pretendiendo que era la alfombra la
que se movía, no ellos, mirar como las paredes y las sillas se
deslizaban, la habitación se balanceaba locamente mientras ellos
daban vueltas.
Esto provocó unas cuantas risitas. Después de un minuto o dos, nos
sentamos otra vez y pedí al grupo que seÑalara al techo, que
prestasen atención a lo que sus manos y dedos estaban seÑalando, en
este caso las baldosas del techo y las instalaciones de la lámpara.
Entonces uno tras otro, seÑalamos a la pared, al suelo, a nuestro
regazo, nuestro pecho, fijándonos cada vez, que esto era un objeto
(nuestra mano) seÑalando a otros objetos, con sus diversas
cualidades descriptivas. Por fin seÑalamos al lugar desde el cual
miramos, entonces repetí las preguntas que Harding siempre
hacía: "Si dejas a un lado tu condicionamiento, dejas todo lo que
alguna vez has aprendido y procedes sólo con la evidencia presente,
¿Qué es eso que ahora seÑalas?: ¿es un objeto opaco, redondo,
separado, sólido, que se relaciona con esas cosas de ahí fuera? ¿o
más bien estás apuntando a el Espacio para esas cosas, Capacidad?
¿no es este Espacio ilimitado, inmaculado y totalmente transparente?
¿no es Capacidad ilimitada en recibo de la habitación y lo que estás
mirando? ¿No está despierta, y encuentras ese Despertar en ninguna
parte del mundo excepto Aquí?
Nadie dijo ni una palabra. No teníamos ningún espejo ni ninguna
cartulina con agujeros o bolsas de papel para los otros ejercicios.
Antes de que todos ellos saltarán sobre mí, me figuré que podíamos
tratar con la confrontación - algo con lo que los prisioneros
estamos familiarizados - emparejándonos y sentándonos uno delante
del otro. Los experimentos del "cara a no-cara" de Harding supone
que tienes que tener una bolsa normal de supermercado con el fondo
cortado, así que los dos extremos estén abiertos. Uno coloca al
final del extremo su cara y el otro hace lo mismo en el otro
extremo. La idea generalmente aceptada es que la parejas están
confrontándose la una a la otra dentro de la bolsa, cara a cara.
Esta es la forma normal en que nos relacionamos con los demás. Pero
la pregunta de Harding se revela distinta: "Olvidando todo lo que
alguna vez te han dicho, y sólo basándote en la evidencia presente
¿Cuántas caras exactamente son dadas? ¿estás cara a cara, o es cara
allí y Espacio Aquí? ¿Estás confrontando a esa persona, o es
Capacidad aquí para la otra persona allí? ¿no es cierto que no
tienes nada aquí, ni siquiera una mota, con la cual mantener esa
persona fuera? ¿no eres ilimitado, transparente, vacío en este
extremo y al mismo tiempo no estás llenado con la persona que tienes
delante de ti, así que en cierto modo tú has muerto en este extremo
y has sido resucitado como la persona allí? ¿no estamos construidos
de esta manera, para morir en favor de los otros? ¿ no es esta la
base del amor?"

Bueno, te puedes imaginar lo que esperaba de mi compaÑeros de
presidio, sin embargo me sorprendieron. Lo que oí fue, "¡Caray!" y
carcajadas y más "¡Caray!" No sé si lo pillaron, pero algo sucedió
en esa habitación, igual sólo a mí, o debería decir, al el Espacio
de este extremo, la Capacidad que siempre está Aquí, siempre llena
con lo que está ahí fuera. Salí de aquella reunión sabiendo, con la
certeza de la experiencia, que Quien era Realmente está siempre
disponible, siempre a un ejercicio de distancia.

Así que regresé a mi celda observando como pasaban las aceras, las
alambradas y los edificios, mientras yo permanecía inmóvil, como
siempre he estado. Para recordarlo sólo tenía que apuntar con mi
dedo al lugar desde donde estoy mirando y necesitar sólo de la
imagen de una cara para saber que el final de la confrontación está
Aquí. Me dí cuenta de algo más cuando salí de aquella reunión: que
todo lo que pasaba deslizándose no era otro que Yo; estaba, por
increíble que parezca, caminando a través de Mi mismo, asombrado a
cada paso que daba.

Quiero dar las gracias a Douglas Harding. Estoy agradecido por su
sabiduría, que es, desde luego, mi sabiduría y la sabiduría de todo
el mundo, tanto si nos damos cuenta de ello como si no. Estoy
agradecido por todo lo que da vueltas y pasa y el presente en sí
mismo, y por todos los rostros en cuyo favor estoy construido para
desaparecer. Incluida esa curiosa cara, ahí fuera en el espejo.

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