domingo, 13 de junio de 2010

Resultados... (continuación) Los problemas cotidianos van resolviéndose


Éstos abarcan desde encontrar un sitio para aparcar hasta decidir dónde vamos a vivir, desde cómo deshacernos de los ratones hasta el modo de relacionarnos con nuestra suegra. La solución radica en ver Quién tiene esos problemas. En tal caso, son obviados más que abolidos, asentados más que resueltos. Pero en ese asentamiento reside, de hecho, su solución ya que nos desprendemos de todos ellos. Prestando atención a nuestro propio Negocio interno, apreciamos con mayor interés los eventos externos. El resultado puede ser sorprendente, misterioso e incluso chocante y absurdo pero, a la larga, evidencia una sabiduría y una extraña presciencia que sobrepasa a la comprensión humana. Cuando a la postre –confusos y agotados- tenemos el buen criterio de renunciar a nuestro ordenador humano (que sólo es capaz de computar una mínima fracción de datos relevantes) a favor del Ordenador Universal, del Vacío en sí (que puede procesar la totalidad de los datos), las respuestas que obtenemos son las correctas. Ningún ser humano, salvo Aquel que vive en todos los seres humanos, es capaz de saber qué es lo mejor. De ese modo, cuando renunciamos a nuestro yo imaginario, descubrimos nuestro Yo real. La respuesta radical a todos los problemas reside en no perder de vista a este Yo bajo ninguna circunstancia.
Con independencia de cuál sea el problema que se manifieste ahí, la solución siempre está aquí, a una distancia de ciento ochenta grados del problema. Los enfoques unidireccionales nunca son válidos. Por ejemplo, el problema de Perseo era Medusa porque su mera visión convertía en piedra al espectador, de modo que se dio la vuelta y la miró de manera indirecta, reflejada en el escudo que le había proporcionado la Diosa de la Sabiduría, y así pudo salvarse. De igual manera, el mundo y sus caras dejan de petrificarnos –de convertirnos en la tercera persona, en una cara entre otras caras y en un objeto entre objetos- cuando nos volvemos a lo que es capaz de reflejar al mundo con toda claridad. Sólo la primera persona –la Vacuidad- puede relacionarse con la segunda y la tercera persona y con el resto de las cosas.

Douglas Harding

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