miércoles, 30 de junio de 2010

Resultados... (continuación) Dejamos de jugar


El impulso básico que anima los juegos tragicómicos en que nos implicamos es la pretensión de que hemos abandonado nuestro Hogar, situándonos imaginariamente fuera de él y volviéndonos hacia nosotros mismos para ponernos una cara encima o para ponernos la máscara de algún acto en particular en beneficio de la audiencia. La cura fundamental consiste en vernos a nosotros mismos en nuestro propio Hogar y vivir aquí sin rostro, vivir desde dentro hacia el exterior, es decir, vivir para expresar y no para impresionar. Lo que la gente haga con nosotros entonces es su problema, el nuestro es el Vacío y la gente que Lo llena. Para percibirlos como personas libres de juegos, sinceras, naturales y reales, sólo tenemos que atender a la Nada aquí dejando que el edificio –el desarrollo desde la Fuente Vacía aquí hasta sus efectos locales en las otras personas- se desarrolle por sí solo. Interesarnos por nuestra propia imagen equivale a expoliarla. Proyectar deliberadamente un yo equivale a proyectar un yo falso. Mientras vemos lo que realmente somos, estamos libres de juegos pero, cuando Lo obviamos, como mínimo estamos jugando el Juego de la Cara y, muy probablemente, también algunos de sus derivados.

Douglas Harding

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