¿Cómo franquear esta barrera? Con el sésamo del sí, la
aceptación incondicional de lo que es, aquí y ahora. En su Antología de la no
dualidad, Véronique Loiseleur ha mostrado hasta que punto este sí, aun siendo
bastante mal conocido, reside en el núcleo mismo de toda espiritualidad. “Swamiji
no ha conocido ninguna otra sadhana –práctica- que ser uno con”, comentó un día
Prajnanpad, de hecho, constató que todos mis interlocutores en el marco del
presente libro –Los nuevos sabios de Occidente- han insistido, de una manera u
otra, en esta adhesión a lo real. Probablemente este elemento central sea
habitualmente pasado por alto dada su sencillez intrínseca. Aspiramos tanto a
lo sublime y a lo trascendente que obviamos distraídamente esta evidencia poco
excitante para nuestra mente siempre hambrienta de sensaciones fuertes: ¿qué es
lo real, la voluntad de Dios, el aquí y ahora, sino precisamente lo que vivimos
en este preciso momento, aunque sean mediocres vicisitudes? ¿Y qué es lo irreal
sino nuestro rechazo y nuestra convicción de que debería ser de otra manera? “No
lo que debería ser sino lo que es”, repetía Prajnanpad. Para Douglas Harding “la
apertura es nuestra entrega incondicional y siempre renovada a la voluntad de
Dios tal y como se encuentra perfectamente revelada en las circunstancias de
nuestra existencia. Nos entregamos a la voluntad de Dios tal y como se presenta
claramente en nosotros y a nuestro alrededor, bajo la forma de todo lo que
ocurre en este preciso momento. En cuanto Su voluntad se convierte en nuestra
voluntad, percibimos Su mundo tal como es, y en cuanto percibimos Su mundo tal
como es, nuestra voluntad se convierte en Su voluntad y acogemos de todo corazón
todo lo que éste nos ofrece. Resumiendo, nuestra visión y nuestra voluntad se
funden, no de una vez por todas, por supuesto, sino instante tras instante
mientras dura nuestra vida”.
En su Antología, Véronique Loiseleur hacía una clara
distinción entre la aceptación o adhesión y la resignación, actitud pasiva que
no implica un sí del ser sino una capitulación vagamente amarga frente a la
realidad que reconocemos más fuerte que nuestros deseos pero de la que seguimos
opinando que debería ser otra. En cuanto a Douglas, también él insiste en la
naturaleza positiva de este sí:
“Cuando se nos concede la gracia de decir ¡SÍ! a las
circunstancias en las cuales nos encontramos, de consentir activamente en lugar
de resignarnos pasivamente a todo lo que ocurre, entonces surge esta alegría
real y duradera que la tradición oriental llama ananda”.
Todo muy tradicional, a fin de cuentas, en este camino sin
cabeza del que D. E. Harding pretende ser el chantre. La originalidad está íntimamente
relacionada con el que, por sí mismo, ha vuelto a encontrar la esencia de todos
los caminos y ahora trata de transmitirla a partir de su propia experiencia, en
la línea que es la suya, sin imitación alguna.
Gilles Farcet
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