lunes, 6 de diciembre de 2010

Taller 1.13


Y entonces pensé: ¡Qué locura! ¡Por Dios, Douglas! ¿Qué pensabas antes de ver esto?
¿Pensabas que estabas atrapado en esa mezcla oscura, húmeda y pegajosa de una bola de carne de unos centímetros de diámetro? ¿Pensabas eso? Vamos, Douglas, tú no pensaste eso nunca, ¿no es cierto? Tú has estado siempre abierto para el mundo. Y, por supuesto, era evidente. Cuando era muy pequeño, yo era así. Yo estaba abierto para el mundo. Después, cuando crecí, hice una cosa mala, estúpida, de mala manera. Para unirme al club humano, acogí a ese pequeño Douglas en el espejo y le amplié, le di la vuelta y le puse sobre mis hombros, lo que ciertamente es imposible, y paseé por el mundo como si hubiera una bola de carne aquí para impedir al mundo entrar. Si tenía a un amigo enfrente de mí, yo decía silentemente: «¡Alto ahí! ¡Yo tengo una cabeza!» Pero yo no tengo una cabeza. Yo no encuentro Aquí absolutamente nada.

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