domingo, 13 de diciembre de 2009

Una historia 1


Hay una historia de un príncipe que vivió en el Siam (actualmente Tailandia)del siglo VXII, que explica que la pérdida de nuestra verdadera naturaleza solamente es una apariencia. El rey de Siam vivía en Ayuthaya, la que era capital de Siam en aquel tiempo, con su esposa y sus siete hijas. El rey quería un hijo desesperadamente. Cuando su esposa volvió a quedarse embarazada, dio a luz un hijo. En palacio se dio una gran fiesta para celebrarlo. Seis meses después, la familia real embarcó para pasar las vacaciones estivales en el palacio de verano, en la isla Koh Samui. Mientras cruzaban el golfo de Siam les sorprendió una terrible tormenta. Las olas eran tan gigantescas que el agua anegaba la embarcación. Y el nivel del agua dentro del barco ascendía tan rápidamente que todos subieron al piso superior para evitar ahogarse. El rey sostenía a su hijo en brazos. Dos de sus sirvientes ya se habían ahogado. Mientras estaban en el último piso de la embarcación y veían lo rápido que subía el nivel del agua, se dieron cuenta de que no había escapatoria. El rey solamente pensaba en salvar a su hijo. De modo que lo colocó -era un bebé de seis meses- en una caja de madera. Todo el mundo se hundió, pero la caja flotó con la marea y el príncipe fue el único superviviente de aquel episodio.

Más adelante, una joven lo encontró en la costa. La joven se llevó al niño a su casa y lo crió como si fuera suyo. Posteriormente, la mujer se trasladó a un pueblo del norte de Tailandia (actualmente Chiang Mai), donde trabajó en el mercado local. A la edad de catorce años, el niño también se puso a trabajar en el mismo mercado ayudando a los pescadores a vender su pescado. A los dieciocho años se trasladó a Ayuthaya para trabajar allí de pescadero.

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